de sus Versos Libres
Ganado tengo eI pan: hágase el verso,-
Y en su comercio dulce se ejercite
La mano, que cual prófugo perdido
Entre oscuras malezas, o quien lleva
A rastra enorme peso, andaba ha poco
Sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo, ¿consejo quieres? Pues descuelga
De la pálida espalda ensangrentada
El arpa dívea, acalla los sollozos
Que a tu garganta como mar en furia
Se agolparán, y en la madera rica
Taja plumillas de escritorio y echa
Las cuerdas rotas al movible viento.
¡Oh alma! ¡oh alma buena! ¡mal oficio
Tienes! : ¡póstrate, calla, cede, lame
Manos de potentado, ensalza, excusa
Defectos, tenlos-que es mejor manera
De excusarlos-, y mansa y temerosa
Vicios celebra, encumbra vanidades:
Verás entonces, alma, cual se trueca
En plato de oro rico tu desnudo
Plato de pobre!
Pero guarda ¡oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de eso cures, que fabrican de oro
Sus joyas el bribón y el barbilindo:
Las armas no,-¡las almas son de hierro!
Mi mal es rudo; la ciudad lo encona;
Lo alivia el campo inmenso. ¡Otro más vasto
Lo aliviará mejor!--Y las oscuras
Tardes me atraen, cual si mi patria fuera
La dilatada sombra.
¡Oh verso amigo,
Muero de soledad, de amor me muero!
No de amores vulgares; estos amores
Envenenan y ofuscan. No es hermosa
La fruta en la mujer, sino la estrella.
¡La tierra ha de ser luz, y todo vivo
Debe en torno de sí dar lumbre de astro!
¡Oh, estas damas de muestra! ¡Oh, estas copas
De carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño
Que las enjoya o estremece echadas!
¡Te digo, oh verso, que los dientes duelen
De comer de esta carne!
Es de inefable
Amor del que yo muero, del muy dulce
Menester de llevar, como se lleva
A un niño tierno en las cuidosas manos,
Cuanto de bello y triste ven mis ojos.
Del sueño, que las fuerzas no repara
Sino de los dichosos, y a los tristes
El duro humor y la fatiga aumenta,
Salto, al sol, como un ebrio. Con las manos
Mi frente oprimo, y de los turbios ojos
Brota raudal de lágrimas. ¡Y miro
El sol tan bello y mi desierta alcoba,
Y mi virtud inútil, y las fuerzas
Que cual tropal famélico de hirsutas
fieras saltan de mí buscando empleo;
Y el aure hueco palpo, y en el muro
Frío y desnudo el cuerpo vacilante
Apoyo, y en el cráneo estremecido
En agonía flota el pensamiento,
Cual leño de bajel despedazado
Que el mar en furia a la playa ardiente arroja!
¡Solo las flores del paterno prado
Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias
Del sol amparan! Como en vaga nube
Por suelo extraño se anda; las miradas
Injurias nos parecen, y ¡el Sol mismo,
Más que en grato calor, enciende en ira!
¡No de voces queridas puebla el eco
Los aires de otras tierras: y no vuelan
Del arbolar espeso entre las ramas
Los pálidos espíritus amados!
De carne viva y profanadas frutas
Viven los hombres, ¡ay! ¡mas el proscripto
De sus entrañas propias se alimenta!
¡Tiranos: desterrad a los que alcanzan
El honor de vuestro odio: ya son muertos!
¡Valiera más ¡oh bárbaros! que al punto
De arrebatarlos al hogar, hundiera
En lo más hondo de su pecho honrado
Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!
Grato es morir, horrible vivir muerto.
¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda
De compasión de la fortuna al triste
Que no sabe domarla. A sus mejores
Hijos desgracias da Naturaleza:
Fecunda el hierro al llano, ¡el golpe al hierro!
Y en su comercio dulce se ejercite
La mano, que cual prófugo perdido
Entre oscuras malezas, o quien lleva
A rastra enorme peso, andaba ha poco
Sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo, ¿consejo quieres? Pues descuelga
De la pálida espalda ensangrentada
El arpa dívea, acalla los sollozos
Que a tu garganta como mar en furia
Se agolparán, y en la madera rica
Taja plumillas de escritorio y echa
Las cuerdas rotas al movible viento.
¡Oh alma! ¡oh alma buena! ¡mal oficio
Tienes! : ¡póstrate, calla, cede, lame
Manos de potentado, ensalza, excusa
Defectos, tenlos-que es mejor manera
De excusarlos-, y mansa y temerosa
Vicios celebra, encumbra vanidades:
Verás entonces, alma, cual se trueca
En plato de oro rico tu desnudo
Plato de pobre!
Pero guarda ¡oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de eso cures, que fabrican de oro
Sus joyas el bribón y el barbilindo:
Las armas no,-¡las almas son de hierro!
Mi mal es rudo; la ciudad lo encona;
Lo alivia el campo inmenso. ¡Otro más vasto
Lo aliviará mejor!--Y las oscuras
Tardes me atraen, cual si mi patria fuera
La dilatada sombra.
Era yo niño
Y con filial amor miraba al cielo:
¡Cuán pobre a mi avaricia el descuidado
Cariño del hogar! ¡Cuán tristemente
Bañado el rostro ansioso en llanto largo
Con mis ávidos ojos perseguía
La madre austera, el padre pensativo
Sin que jamás los labios ardorosos
Del corazón voraz la sed saciasen. (1)
¡Oh verso amigo,
Muero de soledad, de amor me muero!
No de amores vulgares; estos amores
Envenenan y ofuscan. No es hermosa
La fruta en la mujer, sino la estrella.
¡La tierra ha de ser luz, y todo vivo
Debe en torno de sí dar lumbre de astro!
¡Oh, estas damas de muestra! ¡Oh, estas copas
De carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño
Que las enjoya o estremece echadas!
¡Te digo, oh verso, que los dientes duelen
De comer de esta carne!
Es de inefable
Amor del que yo muero, del muy dulce
Menester de llevar, como se lleva
A un niño tierno en las cuidosas manos,
Cuanto de bello y triste ven mis ojos.
Del sueño, que las fuerzas no repara
Sino de los dichosos, y a los tristes
El duro humor y la fatiga aumenta,
Salto, al sol, como un ebrio. Con las manos
Mi frente oprimo, y de los turbios ojos
Brota raudal de lágrimas. ¡Y miro
El sol tan bello y mi desierta alcoba,
Y mi virtud inútil, y las fuerzas
Que cual tropal famélico de hirsutas
fieras saltan de mí buscando empleo;
Y el aure hueco palpo, y en el muro
Frío y desnudo el cuerpo vacilante
Apoyo, y en el cráneo estremecido
En agonía flota el pensamiento,
Cual leño de bajel despedazado
Que el mar en furia a la playa ardiente arroja!
¡Y echo a andar, como un muerto que camina,
Loco de amor, de soledad, de espanto!
¡Amar, agonía! Es tósigo el exceso
De amor! Y la prestada casa oscila
Cual barco en tempestad: ¡en el destierro
Náufrago es todo hombre, y toda casa
Inseguro bajel, al mar rendido! (2)
¡Solo las flores del paterno prado
Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias
Del sol amparan! Como en vaga nube
Por suelo extraño se anda; las miradas
Injurias nos parecen, y ¡el Sol mismo,
Más que en grato calor, enciende en ira!
¡No de voces queridas puebla el eco
Los aires de otras tierras: y no vuelan
Del arbolar espeso entre las ramas
Los pálidos espíritus amados!
De carne viva y profanadas frutas
Viven los hombres, ¡ay! ¡mas el proscripto
De sus entrañas propias se alimenta!
¡Tiranos: desterrad a los que alcanzan
El honor de vuestro odio: ya son muertos!
¡Valiera más ¡oh bárbaros! que al punto
De arrebatarlos al hogar, hundiera
En lo más hondo de su pecho honrado
Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!
Grato es morir, horrible vivir muerto.
¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda
De compasión de la fortuna al triste
Que no sabe domarla. A sus mejores
Hijos desgracias da Naturaleza:
Fecunda el hierro al llano, ¡el golpe al hierro!
Nuera York, 4 de agosto (1878)
Notas:
* Antes Martí había titulado esta composición "Hora de vuelo".
(1) y (2): Los versos que hemos copiado en recuadros aparecen tachados en el manuscrito original de esta composición.
Tomado de Obras Completas, V. 16, pp. 141-144
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